Lo recuerdo clarito.
Perfectamente (y bastante adornado) podría decir: “Desperté esa mañana con el sonido de alguna ave en mi ventana. El sol brillaba de tal forma, que mirar hacia afuera me cegaba. Estaba cálido. Y al igual que el ambiente, mi vida se sentía calida también.”(…)
Pude haber dicho eso, no habría problema. . . si no fuese porque no paso de esa forma. Más bien fue algo así: “Desperté esa mañana con los usuales gritos de la familia. Miré por la ventana, había sol y un smog que lo ahogaba todo. Quise escuchar las aves que solían cantar acá por mi casa, en cambio fueron sustituidas por una manada de autos y bocinazos peleándose un puesto para avanzar. Odié ese minuto, y al igual que el día, mi vida se sintió ahogada también.”
Resulta que hace 12 años mis padres tuvieron la limpia idea de cambiarse de casa, y como para ese entonces yo sólo tenía 11, me cambié con ellos. Me encantaba la idea. Todo prometía, todo era bello… nos cambiábamos a un lugar alejado del ajetreo capitalino, y si bien era (es) una casa de condominio, este estaba rodeado de hermosos campos, animales y cultivos. Hermosa promesa. Maravillosa! Pero así como mis viejos tuvieron esa idea, mientras pasaban los años, mil familias más la pensaron también. No existían mil casas, ni colegios que albergaran a los hijos de la utopía. Y comenzó la construcción (otra vez), junto a esta, muy de la mano, la destrucción.
Es súper simple tener una buena y sana idea, es maravilloso poder concretarla. Pero ¿qué pasa gente? ¿Por qué pisar el ideal y dejar a los futuros sin suelo que cultivar?
Sencillamente, el único hecho que mato mi ambición y apaleó mi esperanza, fue el conformista pensar en el que estamos metidos. Pan para hoy, hambre para mañana…
¿por un futuro famélico? Para eso construimos (destruimos) ?
Hagamos mejor las cosas. . .
magnoia
**esperar la esperanza... ojalá vuelva**
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